Desde su nacimiento prematuro hasta alcanzar un podio internacional, el nadador de Águilas UPAEP ha construido su camino con disciplina, resiliencia y el respaldo incondicional de su familia.
Jaime Hernández no solo es un estudiante de Ingeniería Mecatrónica en UPAEP ni un medallista internacional; es el reflejo de cómo el deporte puede transformar vidas desde sus cimientos. Su historia comenzó incluso antes de aprender a caminar: nació sietemesino, y la natación llegó a su vida como una recomendación médica, pero se convirtió en su pasión, su escuela de vida y su identidad.
“Desde pequeño el deporte fue mucho más que una actividad: fue una forma de canalizar mi energía, de aprender a perder y a ganar, de establecer metas y superar obstáculos”, comparte Jaime, quien comenzó a nadar en la Acuática Nelson Vargas y pronto encontró en el agua un espacio para fortalecer su salud, carácter y disciplina.
Durante su infancia, practicó también béisbol influenciado por su padre, pero fue en la natación donde halló su verdadero llamado. Su desarrollo como atleta de alto rendimiento lo llevó de competencias escolares a torneos estatales, para luego convertirse en medallista nacional. Gracias a su esfuerzo constante y el respaldo de su familia, logró representar a México en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Natación (CCCAN) 2024, donde obtuvo medalla de plata en los 200 metros dorso.
“Ese logro fue el cumplimiento de uno de mis más grandes sueños. Representar a México y subir al podio me hizo ver con claridad todo lo que he construido durante años, pero también marcó el inicio de una nueva etapa”, afirma.
Su llegada a UPAEP no fue casualidad: fue parte de un camino forjado con constancia y visión. Recibió una beca deportiva desde la preparatoria y ha sabido equilibrar los entrenamientos y competencias con su desarrollo académico. Actualmente cursa la carrera de Ingeniería Mecatrónica y continúa siendo un referente en la natación universitaria.
Jaime reconoce el papel clave que ha tenido su familia en su formación. “Ellos apostaron por el deporte desde que era un niño. Me enseñaron a no rendirme, a aprender de los errores y a mantener los pies en la tierra”, cuenta. Además, encuentra inspiración en su hermano, Diego Hernández Zapata, quien ha sido beisbolista profesional con equipos como los Yankees y los Red Sox.
La historia de Jaime es también una historia de valores: disciplina, humildad, responsabilidad y resiliencia, que ha sabido aplicar dentro y fuera del agua. Con la vista puesta en el futuro, se visualiza concluyendo su formación universitaria y desarrollándose en el sector automotriz, sin dejar de lado los aprendizajes que el deporte le ha dejado.
“Me gustaría seguir siendo un ejemplo para las nuevas generaciones. Con pasión, organización y entrega, se puede destacar en todos los ámbitos. El deporte me enseñó a dar siempre lo mejor de mí y eso es lo que pienso seguir haciendo”, concluye.