Tu Historia: El libro de las maravillas
05/02/2025
Autor: Dr. David Sánchez Sánchez
Cargo: Director de la Facultad de Humanidades UPAEP

Hoy en TU HISTORIA UPAEP comenzamos el año y dedicamos este texto a Riccardo Colasanti iniciando con estas palabras:

“Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgo y burgueses y gentes que deseáis saber las diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo, tomad este libro…”.

Así inicia la obra “Los viajes de Marco Polo” también citado como “El libro de las maravillas” o “Il Milione (El millón)” de Marco Polo. Este relato de lo aprendido en un viaje junto a su padre y tío para comerciar con joyas principalmente, duró 27 años. Fueron dos etapas, recorriendo el por entonces mundo conocido (Eurasia y parte de África) desde Europa hacia el este. Dichos viajes se realizaron entre 1271 y 1298. En su obra, recoge sus descripciones vinculadas a su viaje al mundo oriental con información de primera mano. Marco contaba con 17 años cuando partió y con 44 años cuando recopiló su viaje. 

En dicho recorrido de ida el camino estuvo muy marcado. Otros ya lo conocían y lo frecuentaban. Era una ruta histórica de pueblo en pueblo, de oasis en oasis, de posada en posada… pero nadie le puso tanta atención y necesidad de compartir lo vivido como lo hizo Marco Polo. Ni siquiera los comerciantes de la Ruta de la Seda habían puesto en un texto escrito la relación argumentativa entre las costas del Atlántico y las costas del este de China. Ni siquiera sus familiares en anteriores viajes tuvieron tal propuesta de ir más allá de relatar ciertas anécdotas. 

Se había creado anteriormente la necesidad diplomática de contactar con cartas al Gran Kan con el Papa Inocencio IV. Más allá del turco y del Islam, se crearon ensoñaciones con poder compartir la fe católica en aquellas tierras lejanas, lo cual también atraería a mejor comercio. El Imperio Mongol abrió caminos desde el inicio del s.XIII que permitieron mayor comunicación en estas vías comerciales hacia el gran Pekín que era una de las ciudades más pobladas de todo el mundo. Marco Polo vio prosperar esa relación diplomática en su viaje con cartas entre el Papa y Kublai Kan, pero también describió la geografía del territorio, su cultura, su forma de compartir. Marco Polo estuvo diecisiete años al servicio del Imperio Mongol, del Gran Kan.

Tras tres años de viaje en el recorrido de ida por un camino interior, vivió experiencias que terminaron en documentación de guerra, diplomacia, paisaje, costumbres…  Tras de sí dejó Acre, Bagdag, Ormuz, Balkh, Kashgar, Lanzhou, Beijing, Chongdu y Pagan. El viaje de regreso lo cubrió principalmente por mar. El mundo tripartito por entonces (Europa, Asia, África) perdió en misterios, pero ganó en curiosidades.

Marco Polo, en la cárcel de Génova, preso, en 1298 dictó a Rustichello de Pisa la crónica de sus viajes; una crónica política, comercial, de paisajes, de gentes… un singular relato veraz.

Hoy jóvenes cercanos a esos 17 años siguen mirando mundos fragmentados con ojos de exploradores. En su camino pierden misterios, pero ganan en ansia de descubrir curiosidades. Se preguntan si es mejor hacer caminos de este a oeste o de oeste a este, de norte a sur o de sur a norte, si es mejor hacer diagonales o senderos circulares; o lo que es peor en ocasiones, no moverse. Hoy nuestros jóvenes siguen admirando ropas, jardines o mercancías, pero principalmente lo hacen a través de una pantalla. Grandes y sorprendentes ilusiones siguen acechando en el viento, instrumentos musicales y el sonar de las armas siguen siendo sirenas de tierra que pueden hacer que pierdas tu lugar en tu caravana de vida. Los paisajes, que oscilan desde los desiertos a los acantilados que se bañan con la brisa del mar, siguen conectando lugares civilizados. Siguen siendo nuestros jóvenes viajeros, aunque sea solo navegando en la red, que comparten cosmovisiones y que entregan una mano, aunque sea en digital, al desconocido que parte de una sombra bárbara hasta descubrirse como un alma cómplice; llegan a conectar, aunque sean nacidos en latitudes distantes. Emigrantes e inmigrantes se cruzan en dichos caminos a los que debemos respetar compartiendo sueños de esperanza ya sea frente a frente o a través de un celular.

Marco Polo y nuestros jóvenes siguen siendo los testigos de la grandeza y la hermosura del mundo, incluso Cristóbal Colón buscó ese Catay y Zipango de las rutas de Marco Polo. Tan solo nos hace falta hoy que nuestros jóvenes sean nuevos narradores de esas rutas de esperanza donde los pueblos sean descritos en sana fraternidad y donde se comparta una taza de té, un rayo de sol, una sonrisa cómplice o una canción. Hace falta que sean nuevos embajadores hacia lo desconocido donde el brillo de los ojos sea la mejor carta de presentación.

Si Antonio Machado expresó “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, de igual forma debemos decir “caminante sí hay caminos, caminos de esperanza y de libertad”. Sigamos la lucha, y el viaje.